Artur y Oriol han dictado sendas conferencias. Uno reclamando una lista unitaria pero transversal con la participación de la sociedad civil para concurrir al anunciado avance electoral reunidos bajo una única bandera inequívocamente soberanista, mientras que el otro proponía diversas listas blandiendo la enseña independentista bajo la cual se pudieran cobijar los distintos programas electorales de cada partido y la acción de gobierno -de concentración- necesaria para conseguir la independencia, sin más dilaciones de ningún tipo.
En el fondo ambos dicen lo mismo. El objetivo común es la independencia pero discrepan en la forma. Lo más curioso es que las distintas formas sugeridas parecen más un recurso para marcar el terreno de juego particular de cada uno que no un desacuerdo surgido como consecuencia de las diferencias políticas existentes entre diferentes partidos soberanistas. En pocas palabras: el eterno enfrentamiento entre derechas e izquierdas.
Algunas formaciones soberanistas ya se han desmarcado del camino trazado de un lado por Convergència y de otro por Esquerra Republicana. Iniciativa ha mostrado ser la formación más pusilánime de todas. Casi tanto como la cúpula de Unió Democràtica. No tienen claras las ideas respecto la independencia de Catalunya. ICV no quiere aproximarse a los postulados de Mas porqué es de derechas y no se fían, y recelan de las propuestas defendidas por Oriol Junqueras porqué no son suficientemente de izquierdas y son nacionalmente demasiado radicales. Dicen que dan libertad de voto a sus votantes para que escojan aquello que más les plazca porqué así se reflejará mejor la pluralidad del partido. No son más que excusas de mal pagador. Lo que realmente ocurre, empero, es que sienten el aliento de PODEMOS en el cogote, ya que se acercan a toda velocidad y les amenazan con pasar por encima de ellos olímpicamente; o incluso, de engullirlos sin la menor contemplación. Una vez encendidas todas las alarmas, creen que frenando y refunfuñando un poquito podrán detener la caída electoral que se avecina a grandes pasos y que amenaza con robarles ingentes cantidades de votos sin piedad. He aquí la pusilanimidad mostrada por ICV-EUA. Herrera, Camats y Nuet no se mojarán jamás y se alejarán tanto como puedan de CDC y ERC. Para ellos, se trata de un instinto básico de supervivencia, el cual se manifiesta de forma tan primaria como auténticamente ineficaz. Respecto Unió ya se ha dicho todo. Las bases y los votantes de la formación democristiana son mayoritariamente soberanistas pero la cúpula del partido se halla en manos de unos políticos miedosos y excesivamente comprometidos con los poderes fácticos, sean catalanes o españoles, que gozan y disfrutan de la hegemonía económica, financiera, mediática y política en todo el Estado. En definitiva, UDC -como también el PSC- representan mejor que nadie los viejos partidos políticos pasados de moda, que se hallan en fuera de juego y abocados a la inevitable irrelevancia política, electoral y social, a corto y medio plazo.
Como muy a menudo ocurre estos últimos tiempos, la posición más coherente y juiciosa es la defendida por las CUP. Desde siempre, han mantenido una actitud firme y diáfana a favor de la independencia. Reconocen los méritos de Convergència y de Esquerra. Sin embargo, también han detectado las debilidades y los egoísmos de ambas formaciones. No es que estén en contra de la unidad de acción que necesita el independentismo pero si se muestran contrarios al excesivo protagonismo partidista que se disputan entre ellos. En consecuencia, piensan -lapidáriamente- "allá ellos". Que remachan con un sonoro "nosotros a lo nuestro".
Así se encuentra ahora el proceso independentista contemplado desde la vertiente partidista. Se ha iniciado una nueva etapa -ahora se dice una nueva pantalla-. Mientras los unionistas tiembla y rechinan los dientes, y porfían enrabietados para poner entre rejas a Artur Mas, Joana Ortega y Elena Rigau después del éxito alcanzado el 9N, Esquerra y Convergència se afanan en dictar conferencias proponiendo objetivos comunes al alcance de ambos y poniéndose la zancadilla unos a otros para conseguirlos antes que nadie. Y las otras formaciones supuestamente catalanistas se desmarcan o remarcan por voluntad propia e intereses egoístas frente la independencia de Catalunya.
Todo ello, siendo muy importante, no lo es tanto como la voluntad reiteradamente manifestada por los ciudadanos. Existen seguro un millón novecientos mil catalanes que apoyamos la independencia según los resultados alcanzados el 9 de noviembre pasado, a pesar de todos los obstáculos que el Estado español nos puso -y aún nos sigue poniendo-. A todos ellos, fácilmente se añadirán algunos centenares de miles más de votantes para acabar de establecer una sólida y democrática mayoría a favor de la plena soberanía de Catalunya. La queremos conseguir lo antes posible. Somos de derechas, de centro y de izquierdas. Hablamos catalán y castellano con absoluta normalidad. Y estamos hasta el gorro que ciertos políticos piensen más en ellos y sus intereses partidistas que no en la generalidad de los ciudadanos.
Generalidad, esta el la clave. La Generalitat somos nosotros, los ciudadanos. Y los políticos han de estar al servicio de los ciudadanos. Tienen la obligación de satisfacer y cumplir con los anhelos, las ilusiones y las esperanzas de la gente. Y toda esta multitud de hombres y mujeres que votamos SI a la independencia, estamos dispuestos a auto-inculparnos para ponernos al lado del presidente Mas y de los líderes políticos que también lo han hecho y que pueden acabar imputados por la justicia española la cual, ante todo, es castellana y contraria al proceso soberanista.... ¿No basta con sufrir la hostilidad de todo el aparato del Estado para que encima nos hagamos la puñeta entre nosotros mismos?.
Nosotros queremos votar a favor de la independencia. Convergència, Esquerra, las CUP y muchos simpatizantes socialistas, democristianos, ecologistas y de Iniciativa que se añadirán, damos más importancia ahora a la consecución de la auténtica y plena libertad del pueblo catalán antes que ser de derechas o izquierdas. Sabemos que esto -las preferencias políticas de cada uno- tomarán mayor relevancia a posteriori, cuando sea la hora de conformar el ejecutivo y se hayan de establecer las prioridades de gobierno, y confeccionar la nueva constitución de la república. Por esta misma razón es vital proclamar la independencia lo antes posible una vez conseguida la mayoría parlamentaria para poder hacerlo, con garantias suficientes de reconocimiento del resto de países del Mundo y la necesaria fortaleza política para iniciar las ineludibles negociaciones con España sobre el reparto justo de activos y pasivos del antiguo estado. Y también con la comunidad internacional para conseguir la confirmación de la independencia.
Artur: Es la hora de la unidad, pero más allá de tacticismo partidista y de parsimonia política. Oriol: No es tiempo de derechas o izquierdas ni de protagonismo egoísta, ni siquiera es hora de reproches o de pasar cuentas con los adversarios. Ahora es la hora de la Generalitat, de la gente. Es tiempo de Catalunya. Más adelante ya podréis haceros la puñeta mutuamente. Pero nunca debéis olvidar que votamos los ciudadanos. Un ciudadano, un voto. Y ninguno para aquellos que malogren la independencia. Poneros de acuerdo. ¡No es tan difícil!.
Así se encuentra ahora el proceso independentista contemplado desde la vertiente partidista. Se ha iniciado una nueva etapa -ahora se dice una nueva pantalla-. Mientras los unionistas tiembla y rechinan los dientes, y porfían enrabietados para poner entre rejas a Artur Mas, Joana Ortega y Elena Rigau después del éxito alcanzado el 9N, Esquerra y Convergència se afanan en dictar conferencias proponiendo objetivos comunes al alcance de ambos y poniéndose la zancadilla unos a otros para conseguirlos antes que nadie. Y las otras formaciones supuestamente catalanistas se desmarcan o remarcan por voluntad propia e intereses egoístas frente la independencia de Catalunya.
Todo ello, siendo muy importante, no lo es tanto como la voluntad reiteradamente manifestada por los ciudadanos. Existen seguro un millón novecientos mil catalanes que apoyamos la independencia según los resultados alcanzados el 9 de noviembre pasado, a pesar de todos los obstáculos que el Estado español nos puso -y aún nos sigue poniendo-. A todos ellos, fácilmente se añadirán algunos centenares de miles más de votantes para acabar de establecer una sólida y democrática mayoría a favor de la plena soberanía de Catalunya. La queremos conseguir lo antes posible. Somos de derechas, de centro y de izquierdas. Hablamos catalán y castellano con absoluta normalidad. Y estamos hasta el gorro que ciertos políticos piensen más en ellos y sus intereses partidistas que no en la generalidad de los ciudadanos.
Generalidad, esta el la clave. La Generalitat somos nosotros, los ciudadanos. Y los políticos han de estar al servicio de los ciudadanos. Tienen la obligación de satisfacer y cumplir con los anhelos, las ilusiones y las esperanzas de la gente. Y toda esta multitud de hombres y mujeres que votamos SI a la independencia, estamos dispuestos a auto-inculparnos para ponernos al lado del presidente Mas y de los líderes políticos que también lo han hecho y que pueden acabar imputados por la justicia española la cual, ante todo, es castellana y contraria al proceso soberanista.... ¿No basta con sufrir la hostilidad de todo el aparato del Estado para que encima nos hagamos la puñeta entre nosotros mismos?.
Nosotros queremos votar a favor de la independencia. Convergència, Esquerra, las CUP y muchos simpatizantes socialistas, democristianos, ecologistas y de Iniciativa que se añadirán, damos más importancia ahora a la consecución de la auténtica y plena libertad del pueblo catalán antes que ser de derechas o izquierdas. Sabemos que esto -las preferencias políticas de cada uno- tomarán mayor relevancia a posteriori, cuando sea la hora de conformar el ejecutivo y se hayan de establecer las prioridades de gobierno, y confeccionar la nueva constitución de la república. Por esta misma razón es vital proclamar la independencia lo antes posible una vez conseguida la mayoría parlamentaria para poder hacerlo, con garantias suficientes de reconocimiento del resto de países del Mundo y la necesaria fortaleza política para iniciar las ineludibles negociaciones con España sobre el reparto justo de activos y pasivos del antiguo estado. Y también con la comunidad internacional para conseguir la confirmación de la independencia.
Artur: Es la hora de la unidad, pero más allá de tacticismo partidista y de parsimonia política. Oriol: No es tiempo de derechas o izquierdas ni de protagonismo egoísta, ni siquiera es hora de reproches o de pasar cuentas con los adversarios. Ahora es la hora de la Generalitat, de la gente. Es tiempo de Catalunya. Más adelante ya podréis haceros la puñeta mutuamente. Pero nunca debéis olvidar que votamos los ciudadanos. Un ciudadano, un voto. Y ninguno para aquellos que malogren la independencia. Poneros de acuerdo. ¡No es tan difícil!.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada