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dijous, 17 d’abril del 2014

EL TIEMPO DE LA VÍA CATALANA.

Parece que un cierto grado de desesperación se está apoderando de los unionistas. Insisten machaconamente en la tercera vía como el que quiere detener una riada solo con las manos, para que el torrente de agua no inunde su jardín. Es materialmente imposible. Algunos opinadores se aferran a una hipotética reforma de la Constitución como panacea ante el desafío planteado por la inmensa mayoría de catalanes (por lo menos el 80% de los ciudadanos con derecho a voto). Pere Navarro y Alfredo Pérez Rubalcaba, que se creen socialistas pero en realidad actúan como recalcitrantes liberales obedientes y adoradores de los mercados, muestran un nivel de angustia que no pueden disimular de ninguna manera. Los dos afirman que el problema entre Catalunya y España es político y no jurídico, aunque ninguno de ellos aceptan que los catalanes podamos decidir sobre la independencia o no de nuestro país. Piden lealtad y negociación, pero dentro del marco constitucional y la legalidad que de ella se deriva. Es decir, bajo las reglas del juego dictadas e impuestas por Madrit. Lo que quiere decir con las cartas marcadas: bajo la voluntad de los magistrados del desprestigiado Tribunal Constitucional; también bajo la aquiescencia de populares y socialista, en versión nacional-españolista; o sometidos a los deseos de los jueces del Supremo o de la Audiencia Nacional, de gloriosas reminiscencias franquistas, y siempre contrarios a la lengua catalana. Además, estas reglas de juego vienen avaladas y son tuteladas muy particularmente por la caverna mediática madrileña. Los socialistas deberían de explicar cómo se puede negociar sobre un referéndum -que no aceptan- y que para los catalanes es irrenunciable, con alguien que no quiere hablar (Mariano Rajoy Brey). O con que consenso piensan reformar la Constitución, lo cual no quiere el PP; y con que credibilidad mantendrán la oferta de blindar las competencias de Catalunya en lengua, cultura, enseñanza, finanzas y economía mientras el gobierno de España, con el inquebrantable apoyo del partido conservador por antonomasia, promueve una vergonzosa campaña anti-catalana en el País Valenciano, las Baleares y la Franja; e instan a la supresión de la inmersión lingüística en los colegios catalanes, al tiempo que aplauden rabiosamente las ominosas sentencias del Tribunal Supremo y del Constitucional, ambos en manos de jueces descaradamente afines a socialistas y populares. Ambas formaciones políticas actúan como una unidad de destino en lo universal y por tanto hace años enterraron la separación de poderes tal y como la entendía Montesquieu. Tanto el Supremo como el Constitucional se distinguen por actuar siempre contra la legislación catalana, particularmente cuando se trata de la lengua. Y los ministros de Rajoy utilizan su poder político promoviendo y aprobando leyes y normas claramente recentralizadoras, como pueden ser la ley de Unidad de Marcado, la reforma de la Administración Local, o la LOMCE de Wert. La guinda del pastel la ponen boicoteando las finanzas de la Generalitat con disposiciones arbitrarias, imposiciones no asumibles y exigencias imposibles de cumplir.

Lo que en realidad quieren los socialistas -el unionismo en general- tanto a nivel de todo el Estado como de la sucursal catalana regentada por Pere Navarro, es ganar tiempo. A esto se llama marear la perdiz. ¡Justo lo que quiere conseguir el Partido Popular!. El objetivo de ambas formaciones es el mismo: que los catalanes se cansen, se aburran y por fin desistan de sus anhelos. Que renunciemos a la independencia de Catalunya. Y de paso, quieren diluir e incluso destruir tanto como puedan el autogobierno catalán.

Este pronunciado grado de angustia está resultando un rasgo característico del unionismo españolista. Más esta indisimulada ansiedad tampoco les permite ver lo que verdaderamente ocurre en Catalunya, ni darse cuenta de la realidad que les envuelve. Lo que no perciben es que los ciudadanos catalanes no nos cansaremos jamás. En lugar de aburrimiento sentimos renovadas esperanzas en el futuro. Nuestras ilusiones aumentan día a día, a medida que aumenta la angustia social-popular. Su desconcierto se incrementa sin parar. Ahora ofrecen reformar la Constitución. Ayer nos invitaban a gozar de un vuelo por el espacio sideral, o nos auguraban una vida en soledad e infinitas penurias desterrados a la isla de Robinson Crusoe. ¿Y mañana?. ¿Qué nos anunciarán?. ¿Qué nos desearán?. ¡No lo sabemos!... Ni nos importa mucho, la verdad.

Lo que sí sabemos es lo ocurrido hasta la fecha: El fracaso de la tercera vía. Porqué la tercera vía fué el vigente Estatuto, convenientemente cepillado por Alfonso Guerra y sus muchachos en las Cortes españolas y a pesar de todo aprobado -en referéndum- por la mayoría de votantes catalanes. Pués bien, después de esta odisea legal i parlamentaria de impecable factura democrática y de incontestable normalidad política, las burdas maniobras anticatalanas del PP, el miedo escénico del PSOE ante la tempestad mediática desatada en Madrit y la chapucera intervención del Tribunal Constitucional en última instancia, fueron la causa del descarrilamiento de un tren que discurría confiada y alegremente hacia un destino que nunca pudo alcanzar... Y después de todo esto, ¿aún osan pedirnos dialogar, pactar y acordar con España, cuando los incumplimientos, las manipulaciones, las deslealtades y las groserías del gobierno español y de las principales instituciones y partidos del Estado hacen imposible el entendimiento?... ¡Pero si incluso han dilapidado la afamada conllevancia de Ortega y Gasset!.

Todo lo que no pase por el derecho a decidir de los ciudadanos catalanes no servirá de nada. Las terceras vías están agotadas. Las amenazas no nos impresionan. Estar dentro o fuera de la Unión Europea no es decisivo... ¡La UE no es precisamente una ganga, hoy en día!.  Y unidos con España es como si estuviésemos flotando por el frío espacio sideral o viviendo precariamente en la desolada isla de Robinson. ¡Tal y como afirma el bueno de Mariano Rajoy sobre una Catalunya independiente!.

La solución ante el pleito planteado entre Catalunya y España es permitir que los catalanes votemos libremente sobre el futuro que queremos para nuestro país. ¡El referéndum de autodeterminación es la tercera vía!. Mejor aún, es la única vía. Puesto que cada día somos más los catalanes que vemos en la independencia de Catalunya la esperanza de un futuro puede que escarpado al principio, pero mucho mejor para nosotros y nuestros hijos. Lo siento Sepharad, la tercera vía fracasó hace años. Y vosotros sois los culpables. No es bueno seguir perdiendo tiempo indefinidamente. Puesto que ahora es tiempo de la Vía Catalana: la independencia.

  













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