"Algo huele a podrido en Dinamarca", advierte el fiel Marcelo al príncipe Hamlet. ¿Que deben "oler" ahora en Europa sobre España?. ¿Corrupción a tutti pleni?. ¿Presiones políticas sobre los medios de comunicación públicos?. ¿El hedor de las cloacas del Estado?. ¿La angustia de millones de desempleados?. España huele mucho peor que la Dinamarca de Shakespeare. Y no solo huele mal. La imagen exterior de España es absolutamente nefasta. Es tenida por frágil y susceptible de fragmentación. A pesar de ello, la imagen internacional es mucho menos lamentable que la percibida en el interior. Hasta ahora venía marcada por la crisis económica y por el debate catalán. La imagen de Catalunya en el exterior es positiva; es presentada como una región endeudada, pero fuerte y capaz de sobreponerse a las dificultades actuales. No ocurre lo mismo en España, que la entiende como una comunidad corrupta, deudora, insolidaría y victimista. Pero si a la mala imagen de España sumamos la crisis económica, territorial, política, moral y social, la percepción de esta se torna oscura, negativa, insostenible. Pues bien, a este imagen tan dantesca cabe añadir, como guinda del pastel, la consolidación, extensión y profundidad de la corrupción desatada en múltiples ámbitos. Ya sean institucionales (Monarquía-Urdangarin), políticos (PP-Bárcenas), judiciales (CGPJ-Carlos Dívar), financieros (BANKIA-Rodrigo Rato), económicos (CEOE-Díaz Ferrán), medios de comunicación públicos (manipulación de TVE) o deportivos (Operación Puerto).... La corrupción, en España goza de una excelente salud y por el momento, disfruta de total impunidad. Los supuestos controles anti-corrupción, bien políticos o bien judiciales, han fracasado estrepitosamente. Y algunas unidades policiales (UDEF) prefieren dedicar parte de su valioso tiempo a fabricar dossieres contra el soberanismo catalán, antes que investigar y perseguir auténticos y escandalosos delitos.
¿Tiene solución este desastre?. Por supuesto. Pero en España suelen resolver los problemas a base de aplazar las posibles soluciones ad infinitum. Por ello, la hecatombe, si Dios no lo remedia, se prolongará indefinidamente. Además, no se olvide que estamos en manos de un presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, que gusta de encarar las dificultades gobernando cachazudamente los tiempos. Es decir, a base de esperar que el paso de los días, semanas o meses, acaben resolviendo (pudriendo) los problemas. El peligro de este proceder, con la que está cayendo, es aumentar exponencialmente el hedor que asfixia a España entera. Lo cual puede provocar que los ciudadanos rompan los cristales de los ventanales y abatan las puertas del palacio de invierno (y verano) violentamente, para que el aire fresco y libre entre en el ruinoso edificio estatal español, sin absurdas restricciones políticas y/o mentales. O puede provocar que muchos huyan despavoridos, lejos de la podredumbre y miserias que les ofertan sin alternativas aceptables, a cambio de perder decencia, honradez y libertad.
Hasta tal punto los responsables gubernamentales españoles viven en su propio mundo virtual, al margen de la realidad, que prefieren aspirar profundamente y taparse las narices, para proceder a establecer un plan predeterminado con el cual combatir los anhelos y esperanzas de la mayoría de independentistas catalanes. En Barcelona se rumorea que el Ministerio del Interior y el de Defensa (CNI) han decidido unir recursos y fuerzas para que se asiente en la capital catalana un grupo de trabajo, integrado entre trescientos y mil agentes, encargados de estudiar -espiar- a la sociedad catalana a fin de conocer la extensión y profundidad del soberanismo, y de paso combatirlo sin miramiento alguno. Los efectos de esta auténtica guerra sucia que desarrollan estos notables y voluntariosos patriotas españoles, son ya constatables entre determinados círculos de la sociedad catalana. Como sea que existen miles de móviles intervenidos, la factura telefónica ha descendido notablemente, pues los interesados apagan sistemáticamente sus aparatos y, por supuesto, jamás hablan de las cosas importantes por teléfono. También se nota esta presencia en los múltiples comentarios de texto que intentan ridiculizar, desacreditar y sabotear los mensajes catalanistas publicados en la prensa digital. Así, al recurrente boicot comercial contra Catalunya, se ha unido el boicot digital. El coste económico de tal operación ha sido minimizado, ya que la mayoría de agentes provienen del País Vasco. Como sea que allí ya no tienen excesivo trabajo -por el cese de la actividad de ETA-, el desplazamiento puede ser calificado como meros traslados de centro de trabajo. Traslados perfecta y legalmente contemplados en la Reforma Laboral aprobada ahora hace un año por el Gobierno Rajoy.
Lo más hilarante de todo, es que los medios de información se han hecho eco de la actividad de los servicios secretos -y putrefactas cloacas- del Estado Español, publicando con total desfachatez detalles como que el CNI intenta captar personas con información sobre el soberanismo, o incluso se insinúa el domicilio de la sede del espionaje establecida en Barcelona. Lógicamente, desde el centro de inteligencia "ni confirman ni desmienten si se está haciendo algo relacionado con la independencia de Catalunya". Así lo precisa cabalmente la revista Tiempo, en un artículo firmado por Fernando Rueda, bajo el novelesco titulo de El plan del CNI para evitar la independencia de Cataluña. Y mientras, la corrupción campa a sus anchas sin que los responsables políticos del Ministerio de Interior y del CNI dediquen los mismos esfuerzos -¡por lo menos!- a combatir esa auténtica lacra que está destruyendo la confianza, ilusiones, esperanzas y alegrías de los sufridos ciudadanos de esta maldito Estado.... ¡Con lo sencillo que sería que España aceptara el derecho a decidir de los ciudadanos catalanes!. Y sería mucho más democrático. Y barato.
Sea como sea, no es intención del Gobierno de España sustentado por el Partido Popular, encarar el estigma de la corrupción que se extiende como una sucia y maloliente mancha de aceite, desde los populares al resto de formaciones e instituciones del Estado. El escandaloso caso Bárcenas -alias Gürtel- salpica al mismísimo Rajoy, a la inquisitorial Cospedal -la misma que apela a la presunción de su inocencia, pero nunca la ajena (Mas, Pujol)-, a varios ministros y señalados dirigentes -de ayer y de hoy- del partido conservador. La corrupción se propaga imparable a la totalidad de la cúpula del PP. Sus portavoces se defienden estúpidamente con argumentos infantiles -"y tu más"-, a base de intentar extender su propia mierda al resto de mortales. Si alguien lanza alguna crítica, propone algunas acciones para apagar el incendio o reprocha la torpeza comunicativa del PP, recibe un alud de descalificaciones e insinuaciones, incluso de insultos, en boca de una formación política que se sabe fatalmente herida, y por lo que parece con enfermizas intenciones de morir matando. Incluso el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, afirma que existen "indicios y razones" para investigar los supuestos sobresueldos con dinero negro a los dirigentes del PP. Recordemos que el fiscal general del Estado es nombrado por el ejecutivo español (Rajoy). Cabe desear que este hecho no sea un impedimento en el desarrollo de la investigación (que ya debería haberse iniciado). Antes de iniciar la investigación pepera ha decidido pedir la imputación de Oriol Pujol -caso ITV-, en base a filtraciones de investigaciones, policiales y mediáticas, que tanto menudean en el panorama informativo madrileño desde el pasado 11 de septiembre. De tal forma que prioriza la cruzada anti-independentista por encima del presunto envilecimiento generalizado que sobrecarga las entrañas del Partido Popular.
Hecatombe, podredumbre, cloacas, corrupción. Póquer de ases. España navega sin rumbo. Las vías de agua se agrandan cada hora que pasa. Y la tripulación de la nave es incapaz de reaccionar. Es consciente de que debe poner a salvo al pasaje, pero no sabe qué hacer. No sabe o no quiere hacerlo, puesto que en los botes salvavidas no caben todos. Y el capitán y los oficiales no quieren hundirse en el abismo. Esta endiablada cobardía es lo que pone en peligro a los inocentes pasajeros. Que se sienten hartos, irritados, asustados y agotados. Al borde del motín. Quien sabe si estas son las intenciones ocultas de los que nos gobiernan. Provocar revueltas para que con la inevitable represión posterior se impida la asunción de responsabilidades. Al fin y al cabo, esta es la táctica que emplea el ejecutivo español ante el proceso independentista catalán. Utiliza las cloacas del estado en la confección de dossieres contra el independentismo; los filtra a la prensa amiga, que los adereza con sal y pimienta y los publicita hasta el paroxismo; destaca a un millar de espías a Catalunya, para que informen y desinformen según convenga; utiliza sus competencias ejecutivas para estrangular las finanzas de la Generalitat; se sirve de sus medios de comunicación afines -casi todos- para presionar y condicionar a fiscales y jueces -¿donde está Montesquieu?- para acosar y judicializar -con o sin razón- a distintas personalidades políticas catalanas; se vale de chantajes y amenazas al mundo empresarial para exigir su adhesión inquebrantable al unitarismo pro-español. Todo vale para impedir la secesión de Catalunya. Todo, menos ser honrados y respetuosos con los principios democráticos. Reitero: ¿Porqué no permiten, convocan y promocionan un referéndum de autodeterminación?. ¿Porqué no quieren que los catalanes nos pronunciemos libremente sobre nuestro futuro?. ¿Porqué no intentan ganar la consulta con la verdad, sin apelar al miedo, sin amenazas, ni manipulaciones?...... La única respuesta posible es que temen perder... ¡Saben que perderían!. Carecen de argumentos válidos con los cuales seducir a la mayoría de catalanes. Y si a la falta de argumentos, de principios y de empatía unimos la espeluznante imagen que proyecta la España actual, en el interior y en el exterior, llegamos a la acertada conclusión que la unidad política entre Catalunya y España es una quimera. Una pura y real quimera.
¿Tiene solución este desastre?. Por supuesto. Pero en España suelen resolver los problemas a base de aplazar las posibles soluciones ad infinitum. Por ello, la hecatombe, si Dios no lo remedia, se prolongará indefinidamente. Además, no se olvide que estamos en manos de un presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, que gusta de encarar las dificultades gobernando cachazudamente los tiempos. Es decir, a base de esperar que el paso de los días, semanas o meses, acaben resolviendo (pudriendo) los problemas. El peligro de este proceder, con la que está cayendo, es aumentar exponencialmente el hedor que asfixia a España entera. Lo cual puede provocar que los ciudadanos rompan los cristales de los ventanales y abatan las puertas del palacio de invierno (y verano) violentamente, para que el aire fresco y libre entre en el ruinoso edificio estatal español, sin absurdas restricciones políticas y/o mentales. O puede provocar que muchos huyan despavoridos, lejos de la podredumbre y miserias que les ofertan sin alternativas aceptables, a cambio de perder decencia, honradez y libertad.
Hasta tal punto los responsables gubernamentales españoles viven en su propio mundo virtual, al margen de la realidad, que prefieren aspirar profundamente y taparse las narices, para proceder a establecer un plan predeterminado con el cual combatir los anhelos y esperanzas de la mayoría de independentistas catalanes. En Barcelona se rumorea que el Ministerio del Interior y el de Defensa (CNI) han decidido unir recursos y fuerzas para que se asiente en la capital catalana un grupo de trabajo, integrado entre trescientos y mil agentes, encargados de estudiar -espiar- a la sociedad catalana a fin de conocer la extensión y profundidad del soberanismo, y de paso combatirlo sin miramiento alguno. Los efectos de esta auténtica guerra sucia que desarrollan estos notables y voluntariosos patriotas españoles, son ya constatables entre determinados círculos de la sociedad catalana. Como sea que existen miles de móviles intervenidos, la factura telefónica ha descendido notablemente, pues los interesados apagan sistemáticamente sus aparatos y, por supuesto, jamás hablan de las cosas importantes por teléfono. También se nota esta presencia en los múltiples comentarios de texto que intentan ridiculizar, desacreditar y sabotear los mensajes catalanistas publicados en la prensa digital. Así, al recurrente boicot comercial contra Catalunya, se ha unido el boicot digital. El coste económico de tal operación ha sido minimizado, ya que la mayoría de agentes provienen del País Vasco. Como sea que allí ya no tienen excesivo trabajo -por el cese de la actividad de ETA-, el desplazamiento puede ser calificado como meros traslados de centro de trabajo. Traslados perfecta y legalmente contemplados en la Reforma Laboral aprobada ahora hace un año por el Gobierno Rajoy.
Lo más hilarante de todo, es que los medios de información se han hecho eco de la actividad de los servicios secretos -y putrefactas cloacas- del Estado Español, publicando con total desfachatez detalles como que el CNI intenta captar personas con información sobre el soberanismo, o incluso se insinúa el domicilio de la sede del espionaje establecida en Barcelona. Lógicamente, desde el centro de inteligencia "ni confirman ni desmienten si se está haciendo algo relacionado con la independencia de Catalunya". Así lo precisa cabalmente la revista Tiempo, en un artículo firmado por Fernando Rueda, bajo el novelesco titulo de El plan del CNI para evitar la independencia de Cataluña. Y mientras, la corrupción campa a sus anchas sin que los responsables políticos del Ministerio de Interior y del CNI dediquen los mismos esfuerzos -¡por lo menos!- a combatir esa auténtica lacra que está destruyendo la confianza, ilusiones, esperanzas y alegrías de los sufridos ciudadanos de esta maldito Estado.... ¡Con lo sencillo que sería que España aceptara el derecho a decidir de los ciudadanos catalanes!. Y sería mucho más democrático. Y barato.
Sea como sea, no es intención del Gobierno de España sustentado por el Partido Popular, encarar el estigma de la corrupción que se extiende como una sucia y maloliente mancha de aceite, desde los populares al resto de formaciones e instituciones del Estado. El escandaloso caso Bárcenas -alias Gürtel- salpica al mismísimo Rajoy, a la inquisitorial Cospedal -la misma que apela a la presunción de su inocencia, pero nunca la ajena (Mas, Pujol)-, a varios ministros y señalados dirigentes -de ayer y de hoy- del partido conservador. La corrupción se propaga imparable a la totalidad de la cúpula del PP. Sus portavoces se defienden estúpidamente con argumentos infantiles -"y tu más"-, a base de intentar extender su propia mierda al resto de mortales. Si alguien lanza alguna crítica, propone algunas acciones para apagar el incendio o reprocha la torpeza comunicativa del PP, recibe un alud de descalificaciones e insinuaciones, incluso de insultos, en boca de una formación política que se sabe fatalmente herida, y por lo que parece con enfermizas intenciones de morir matando. Incluso el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, afirma que existen "indicios y razones" para investigar los supuestos sobresueldos con dinero negro a los dirigentes del PP. Recordemos que el fiscal general del Estado es nombrado por el ejecutivo español (Rajoy). Cabe desear que este hecho no sea un impedimento en el desarrollo de la investigación (que ya debería haberse iniciado). Antes de iniciar la investigación pepera ha decidido pedir la imputación de Oriol Pujol -caso ITV-, en base a filtraciones de investigaciones, policiales y mediáticas, que tanto menudean en el panorama informativo madrileño desde el pasado 11 de septiembre. De tal forma que prioriza la cruzada anti-independentista por encima del presunto envilecimiento generalizado que sobrecarga las entrañas del Partido Popular.
Hecatombe, podredumbre, cloacas, corrupción. Póquer de ases. España navega sin rumbo. Las vías de agua se agrandan cada hora que pasa. Y la tripulación de la nave es incapaz de reaccionar. Es consciente de que debe poner a salvo al pasaje, pero no sabe qué hacer. No sabe o no quiere hacerlo, puesto que en los botes salvavidas no caben todos. Y el capitán y los oficiales no quieren hundirse en el abismo. Esta endiablada cobardía es lo que pone en peligro a los inocentes pasajeros. Que se sienten hartos, irritados, asustados y agotados. Al borde del motín. Quien sabe si estas son las intenciones ocultas de los que nos gobiernan. Provocar revueltas para que con la inevitable represión posterior se impida la asunción de responsabilidades. Al fin y al cabo, esta es la táctica que emplea el ejecutivo español ante el proceso independentista catalán. Utiliza las cloacas del estado en la confección de dossieres contra el independentismo; los filtra a la prensa amiga, que los adereza con sal y pimienta y los publicita hasta el paroxismo; destaca a un millar de espías a Catalunya, para que informen y desinformen según convenga; utiliza sus competencias ejecutivas para estrangular las finanzas de la Generalitat; se sirve de sus medios de comunicación afines -casi todos- para presionar y condicionar a fiscales y jueces -¿donde está Montesquieu?- para acosar y judicializar -con o sin razón- a distintas personalidades políticas catalanas; se vale de chantajes y amenazas al mundo empresarial para exigir su adhesión inquebrantable al unitarismo pro-español. Todo vale para impedir la secesión de Catalunya. Todo, menos ser honrados y respetuosos con los principios democráticos. Reitero: ¿Porqué no permiten, convocan y promocionan un referéndum de autodeterminación?. ¿Porqué no quieren que los catalanes nos pronunciemos libremente sobre nuestro futuro?. ¿Porqué no intentan ganar la consulta con la verdad, sin apelar al miedo, sin amenazas, ni manipulaciones?...... La única respuesta posible es que temen perder... ¡Saben que perderían!. Carecen de argumentos válidos con los cuales seducir a la mayoría de catalanes. Y si a la falta de argumentos, de principios y de empatía unimos la espeluznante imagen que proyecta la España actual, en el interior y en el exterior, llegamos a la acertada conclusión que la unidad política entre Catalunya y España es una quimera. Una pura y real quimera.
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