Cuantas veces oímos de los que no se consideran a si mismo nacionalistas, duras condenas a los que se declaran y son nacionalistas sin complejos. Generalmente se trata de personas que se avergüenzan de su pasado, o mejor, de lo que su nación ha hecho históricamente a sus propios conciudadanos, de lo que sus gobernantes representan hacia todo aquello que hacen, o han hecho, referido a la identidad, a la imposición, al sometimiento político de otros pueblos, de los individuos y todo ello en nombre de la patria, con sus propias leyes y envueltos en su bandera.
Tiene la irresistible tentación de considerar a su nación como referente para juzgar al resto de naciones. Consecuentemente, todo nacionalismo es malo, es pernicioso, es excluyente, insolidario, provinciano. Todo nacionalismo es como "su nacionalismo". Para ellos, no existen matices entre unos y otros. Así, no existen diferencias históricas, ni personalidad distinta, ni formas de vivir la realidad propia de cada país en libertad, tanto a nivel colectivo como individual. Llegan a conclusiones tan absurdas como que un país hable una lengua distinta solo para fastidiar. Que otorguen categoría de verdad única a la propia. Que la historia del vecino debe ser interpretada conforme a la suya, la verdadera, la auténtica. Interpretan la diferencia como un fastidioso capricho que tiene por objeto sacar provecho, económico o político.
Este, desgraciadamente, ha sido el caso de España. Debo matizar que este ha sido el caso de la derecha española, si bien puede hablarse de contagio en la falsa izquierda de este pais, que ha adoptado principios y posiciones propias de los conservadores. En cuestiones de identidad y nacionalismo, partido popular y partido socialista no difieren en nada. Los dos partidos son claros exponentes de su "no nacionalismo" español.
Recientemente el equipo español ha resultado vencedor en la copa del mundo de fútbol, celebrado en Sudáfrica. Una explosión de alegría y orgullo, ha estallado entre los "no nacionalistas" españoles. Banderas e himnos han inundado las calles y plazas de todo el país. En Catalunya también. Pero los medios de comunicación, prensa, radio y televisión, han puesto especial empeño en resaltar las banderas exhibidas en Catalunya, en ventanas, blandidas por ciudadanos, en automóviles, etc... Como si quisieran demostrar que ha sido aquí donde más se ha celebrado. He oído al representante de Ciudadanos comparar la manifestación del día 10 de julio a favor de la independencia con la que se produjo en la avenida Maria Cristina el día de la victoria española, resaltando la normalidad y ciudadanía de los asistentes, frente a los que asistieron a la manifestación catalanista, con comportamientos "antidemocráticos" y agresivos. Se olvidó de mencionar los incidentes ocurridos en la celebración de españolistas, que siempre podían ser atribuidos a cuatro energúmenos infiltrados. La cuestión fue comparar y denigrar, desmerecer y falsear la realidad, para mayor gloria de su "no nacionalismo". En adelante, nacionalismo (puro y duro).
Este es solo un ejemplo, claro y contundente, del nacionalismo español, transversal entre PP y PSOE. No lo reconocen, pero el suyo es mas contundente, está mas asentado, mas excluyente y agresivo que el catalán, al que intenta anular, al que acosa y apabulla, con constituciones, leyes, medios económicos, fiscales y mil armas más. Es el tipo de nacionalismo que niega el deber de conocer el idioma catalán en Catalunya e impone, por la Constitución, el derecho y el deber del castellano, también en Catalunya. Nadie en Catalunya niega el derecho y el deber del español, pero sí exigimos el mismo trato para el catalán. Los nacionalistas españoles exigen el bilingüismo a los catalanes, pero solo a ellos. Los castellano-hablantes tienen el derecho y el deber de utilizar su idioma por encima del propio de Catalunya. Esto es una imposición, todo lo constitucional que se quiera, pero imposición al fin. Los jueces no tienen la obligación de saber ni entender el catalán, ya que solo es un mérito y además voluntario. La cadena pública catalana no debe discriminar el castellano, pero tanto las públicas como las privadas españolas si pueden ignorar el catalán. Un ciudadano catalán no tiene derecho a exigir que los productos que compra estén envasados en su idioma, aunque afortunadamente lo pueden estar en lituano, maltés, islandés o polaco. El catalán es económicamente ruinoso para las empresas. Solo el catalán. no el portugués, por ejemplo. Lo mismo puede decirse del doblaje de las películas. No importa que los catalanes paguemos más caro el hecho de querer vivir en catalán. Por si alguien no lo sabe, también pagamos impuestos que sirven para el sostenimiento del Instituto Cervantes o la Real Academia de la Lengua Española y lo hacemos más que nadie. Pues bien, los nacionalistas españoles se rasgan las vestiduras cuando critican las "subvenciones" que reciben Omniun Cultural o la enseñanza del catalán en el extranjero. Ciertamente, el complejo de inferioridad que tienen los responsables españoles en temas lingüísticos, es abrumador. ¿En que mente enfermiza cabe la idea que el catalán puede ser una amenaza para el castellano?
Son tantos los ejemplos, algunos ridículos, que podrían citarse, sobre el nacionalismo español. Y todo ello define el hipernacionalismo vergonzante del PP y del PSOE.
En Catalunya, la representación españolista corresponde a Ciudadanos y Partido Popular. Su nacionalismo es rancio y antipático. En su afán por hacer de Catalunya un conjunto de provincias españolas y a sus ciudadanos súbditos leales y sumisos, llegan al esperpento de considerarse portadores de las esencias hispánicas, sin percatarse de la escasa representación que sus ideas cosechan entre los ciudadanos de Catalunya y en consecuencia, del mal que hacen a España y las distorsiones que producen entre la gran mayoría de personas que, entre perplejas y hartas, no les votan ni les votarán nunca. La mentira, la hipocresía y el cinismo no cosecharán mas apoyo que el de una minoría, añorada de imperios pasados y pulsiones españolistas, trasnochadas y fieles a un pasado que la mayoría hemos superado totalmente.
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