A finales del mes de noviembre, se celebraran las elecciones al Parlamento de Catalunya. Se elegirán los representantes de los ciudadanos que deberán decidir hacia donde nos dirigimos, colectivamente como nación e individualmente como ciudadanos. ¿Conseguiremos la independencia, o por lo contrario, seguiremos padeciendo la opresión constitucional de las instituciones del estado español?. Sí, decidiremos sobre nuestro futuro. La independencia o el unionismo se decidirán por el número de escaños que obtengan los partidos soberanistas frente a los españolistas. Es curioso que unas elecciones "normales" puedan incidir sobre nuestro porvenir en un asunto de vital importancia, como es este. Pero en España, este tipo de situaciones se dan con relativa frecuencia. Por ejemplo, es normal que los asuntos sobre terrorismo se confundan con los de los partidos políticos, se traten como cuestiones jurídicas y se ilegalicen formaciones políticas al amparo del ruido mediático y la presión de algunos colectivos directamente involucrados y por tanto inhabilitados. Así, los españoles, o mejor, los políticos españoles, cuando se les pide que los ciudadanos decidan si quieren o no ser independientes mediante un referéndum de autodeterminación, suelen contestar que ya lo hacen cuando votan, o que ya lo hicieron cuando aprobaron la constitución, o que debería opinar el conjunto de la población española. En Catalunya, a esto de llamamos "excusas de mal pagador". Por otro lado, no son conscientes de lo antipática que a muchos ciudadanos les resulta la "maldita" constitución, que utilizan más como arma represiva, que como punto de encuentro y de comprensión hacia todo tipo de personas y de colectivos. Aun está fresca en la memoria la imagen del señor Pizarro, máximo dirigente de ENDESA, blandiendo un ejemplar del "sagrado libro" a modo de garrote, para rechazar la OPA de Gas Natural. La constitución contra aquella osada empresa que pretendía recomprar una entidad que había sido catalana (FECSA) y que tenía su principal mercado en Catalunya. "Antes alemana que Catalana". Al final, ni lo uno, ni lo otro. Italiana. Como puede verse, España es mucho más diferente de lo que podía llegar a pensar el mismísimo señor Fraga, cadena de unión entre el pasado franquista y el presente constitucional.
Pues bien, España prefiere que la independencia sea decidida en votaciones al parlamento. Que así sea. Si los partidos que apoyan la plena soberanía de Catalunya alcanzan la mayoría suficiente, están plenamente legitimados para que unilateralmente proclamen la independencia y faculten al gobierno resultante para iniciar el camino de libertad y de justicia que, como nación sin estado, busque el reconocimiento internacional, para alcanzar esta meta lo más rápidamente que sea posible. Posteriormente, podrá convocarse el referéndum pertinente para que los ciudadanos ratifiquen lo aprobado por el parlamento. No valdrá de nada la justicía española, con sus prejuicios y sus peculiaridades tan marcadas, que están asombrando al mundo entero (es broma).
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