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dilluns, 4 de novembre del 2019

QUIERO EXPLICAROS UN CUENTO, PRINCESA.....

Ahora que recibimos la visita de la familia real con la princesa de Girona y Asturias a la cabeza, quiero explicarle un cuento ..... a la niña, a su hermana y a sus augustos padres.

Había una vez un reino dentro del cual también había un principado más pequeño, más despierto y más próspero. Los aldeanos del pequeño país pagaban muchos impuestos pero lo que recibían a cambio no les complacía. Querían más caminos, más puentes, más carros y más barcos ya que el rey no se gastaba en ellos lo que necesitaban y correspondía, para mantener el comercio, para transportar las mercancías a los mercados o a las ferias de otros reinos. Querían jueces que hablasen su lengua y que impartieran verdadera justicia y guardias más cercanos que no les persiguieran y aporrearan tan a menudo y tan encarnizadamente sin justificación ni ningún tipo de razón. Querían que los pregoneros y bufones del reino no dijeran mentiras ni les insultaran o se burlaran de ellos. Y más cirujanos y boticarios y menos soldados y caballeros. También querían funcionarios que no les despreciaran y que no arrugaran la nariz ni hicieran muecas y malas caras cuando no se dirigían a ellos en la lengua hegemónica del reino. ¡Querían respeto y un trato justo!. Es decir, querían ser y sentirse dueños de su país para ser dueños de su destino y de su libertad ..... ¡Querían la república puesto que en realidad eran republicanos!.

Pero .... ¡ailás!. El rey y la corte del reino no querían oír hablar de derechos, ni de la libertad de un trozo de aquello que consideraban su reino particular, poblado por unos súbditos rebeldes y amantes de su tierra, de su lengua, de la libertad y que además no querían ser vasallos porque querían ser considerados como ciudadanos. Ni siquiera querían hablar ni negociar o pactar acuerdos con los plebeyos sin ninguna condición previa. ¡Pues no!. Con los indígenas nunca razonarían ni se acordaría nada que no fuera la rendición. Sólo imponían deberes y no reconocían derechos. Por eso no escuchaban ni parlamentaban con los díscolos porque hacerlo hubiera puesto en peligro su poder y privilegios, además de macular su honor y soberbia. De modo que pusieron en marcha un plan para aniquilar a los desleales habitantes del principado que osaban cuestionar la autoridad real y el reparto del oro del reino, así como el orgullo y los tesoros de todo tipo que habían acaparado a lo largo de su azarosa historia.

Procedieron a descabezar la revuelta, encarcelando a los líderes en las frías y tenebrosas mazmorras reales durante años o forzandolos a huir de su casa para buscar justicia y cobijo en otros países. Controlaron el dinero del principado estrangulando o aflojando el control de las finanzas según el capricho y voluntad de los cortesanos. Enajenaron el espíritu de las leyes para asustar y castigar vengativamente a aquellos enloquecidos malvados, que osaban criticar y exigir negándose a someterse y obedecer. El rey habló con los principales burgueses de la región y ordenó que trasladaran sus talleres e hicieran sus negocios fuera del principado, como castigo y para dañar la prosperidad y bienestar de los aldeanos. Enviaron mensajeros y embajadores a todo el mundo para impedir adhesiones y ayudas de otros países a la causa de la libertad. Y como si se tratara de una enloquecida jauría atizaron contra ellos toda su farragosa multitud de jueces, fiscales y policías, todos ellos encendidos patriotas, para asustar, castigar y aniquilar sin piedad ni cuartel a todo aquel que osara levantar las manos y hablar contra el rey, los cortesanos, los bufones del reino y contra las instituciones del reino en general .....

Por su parte la guardia real, celosa del buen hacer de la guardia del principado, acusó de traición y rebelión a su capitán y al resto de mandos para desprestigiar el cuerpo y poder poner sus garras sobre ellos para dañar su profesionalidad y buena reputación. Así pues, infiltraron guardias reales dentro de las escuadras del principado y exigieron que actuaran con la misma brutalidad que hacían los realistas contra los aldeanos alborotados. Y en un sesgo perverso, también infiltraron entre los ciudadanos sublevados guardias reales debidamente ataviados como ellos, para provocar que las escuadras cargaran con rabiosa furia contra la multitud de manifestantes, hasta entonces pacíficos pero desde entonces provocados y atizados por los violentos infiltrados realistas. Así consiguieron que los aldeanos hablaran mal y se alejaran decepcionados de las escuadras del principado y olvidaran las violentas trifulcas que la guardia había protagonizado contra ellos tiempo atrás, al tiempo que se esforzaban por reconquistar el principado a favor de la causa real. Y lo hicieron utilizando todas las armas a su alcance, tanto las limpias y legales como las sucias e ilegales.

Pero nada acaba saliendo como uno quiere, especialmente si lo que quiere es ilegítimo. El descabezamiento de los líderes no detuvo, sin embargo, a los rebeldes mayoritarios de la tierra sublevada, ni logró detener los objetivos de la deseada libertad y anhelada justicia que defendían. Además, los encarcelados y exiliados ​​fortalecieron principios y convicciones, contagiando su determinación a los sublevados. Y estos, ocuparon las calles y plazas de pueblos y ciudades para defenderse de la violencia desplegada por los guardias reales, para luchar a favor de los derechos y libertad, a la vez que no otorgaban confianza ni respeto y perdían el miedo a todos aquellos jueces y fiscales injustos e ilegítimos y por tanto indecentes. Mientras tanto, los burgueses y menestrales del país decidieron continuar trabajando en su tierra creando riqueza y prosperidad que ahora se quedaría dentro del principado para satisfacer las necesidades de sus ciudadanos y no para el disfrute y enriquecimiento del rey y sus cortesanos. Y mantuvieron -¡y siempre mantendrán! - viva la lucha por la libertad hasta conseguir la independencia del país, para disfrutar de la prosperidad y felicidad que el rey y los realistas les hurtaban desde hacía al menos tres interminables y pesados ​​siglos.....

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.... ¡por ahora!

La futura reina de España puede sacar de este cuento sus propias enseñanzas y conclusiones. Yo he extraído las mías: La Historia nunca la escriben los que creen que han vencido si no los que acaban ganando de verdad. En el caso de Cataluña la lucha continúa ya que los que creen que están ganando en realidad ya han perdido. Porque las injusticias siempre pierden y la libertad y democracia  siempre gana. Al fin y al cabo, la Historia no se acaba nunca, como la lucha a favor de la independencia ..... ¡Que no es otra cosa que la lucha por la inalcanzable felicidad!










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