Nos encontramos en las vísperas de la Diada. De Diada en Diada la gente acaba un poco cansada, puede que incluso ligeramente decepcionada pero a la vez contenta y satisfecha por el éxito cosechado. Siempre decimos que esta es la última Diada que conmemoramos estando sometidos a la legalidad española y que el próximo año ya lo celebraremos siendo una República independiente, libre y soberana. Y nos congratulamos del civismo demostrado por los centenares de miles de manifestantes que ni siquiera han tirado un papel en el suelo. !Somos cojonudos!, exclamamos ufanos mientras miramos emocionados las imagenes de la tele catalana y nos cabreamos ante el sesgo tendencioso y nada profesional que ofrecen los medios informativos españoles, de una fiesta tan cívica y pacífica como es la Diada Nacional de Catalunya.
Este año, empero, la atmósfera que se respira es diferente. Puede que incluso sea más apasionada, desinhibida. De entrada algunos independentistas manifiestan que no irán ya que se sienten decepcionados por la actitud pusilánime de los partidos políticos y las decisiones que han tomado respecto el debate y votación del candidato Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Muchos no entienden -¡no entendemos!- que se pueda facilitar la investidura de un presidente que ha dicho por activa y por pasiva que no negociará jamás un referéndum de autodeterminación, que la sociedad catalana está partida y por tanto enfrentada, y que ofrece actualizar la autonomía y aprobar un nuevo sistema de financiación -el mejor que jamás se haya aprobado, como siempre-, así como mantener el estatus quo como hasta ahora o la aplicación automática del artículo 155. ¡Un auténtico déjà vu!. De un político que mantiene secuestrados y encarcelados a los principales líderes independentistas mientras existen exiliados fuera del estado expulsados de su país, todos ellos acusados injustamente de unos delitos que jamás han ocurrido. Por negar niega incluso la condición de interlocutor y sujeto político a Catalunya y menosprecia olímpicamente tanto al president Quim Torra así como al grupo parlamentario de JxCat, los cuales no han sido ni siquiera invitados a las negociaciones que las fuerzas políticas con representación en las Cortes mantienen con los socialistas, de cara a la investidura. Si a todo ello añadimos las discusiones y desencuentros entre las fuerzas independentistas, las declaraciones contradictorias de los políticos y la falta de unidad estratégica, el cabreo generalizado de la ciudadanía catalana alcanza cotas jamás vistas hasta ahora.
¡Ailás!. A pesar de todo, los que dicen que no quieren ir, irán. Los decepcionados, también. Y los cabreados, con mayor motivo asistirán. ¡Estaremos todos y muchos más!. ¡Aunque llueva o nieve no faltaremos!. Puesto que ha llegado la hora de la verdad. Y porque las discusiones y divergencias partidistas son entre los partidos, no entre los ciudadanos independentistas. Nosotros tenemos muy claro qué queremos, cómo lo queremos y hasta donde estamos dispuestos a llegar. ¡Queremos la independencia efectiva, ya!. La queremos conseguir de manera pacífica como continuidad y culminación de los días 1 y 27 de octubre de 2017. Y estamos dispuestos a llegar a ella con la legitimidad democrática y el pacifismo activo como banderas pero también ejerciendo activamente una masiva desobediencia ciudadana, no poniendo nunca más la otra mejilla para no continuar recibiendo porrazos a manos de energúmenos uniformados y violentos.
Este año se respira una nueva fragancia entre los centenares de miles de catalanes que asistirán a la manifestación de la Diada. ¡Incluso entre los que no irán!. No tenemos miedo y nos defenderemos de las agresiones que puedan dispensarnos los que cantan amenazadoramente "a por ellos". Es muy probable que después de la manifestación algunos miles de participantes se queden indefinidamente en las calles exigiendo la libertad de los presos políticos, el retorno de los exiliados y la implementación definitiva de la República ya proclamada. No cabe ninguna duda que se iniciaran nuevas y sorprendentes iniciativas -por parte independentista siempre pacíficas- que harán que la gallinita empieza a tambalearse estrepitosamente. Ni los insultos, las amenazas o los chantajes que nos lancen desde el unionismo harán que aquellos que queremos la libertad de Catalunya reculemos ni un solo milímetro. Al contrario, avanzaremos con mayor decisión y empuje hacia adelante hasta alcanzar nuestra meta: la independencia.
Ahora más que nunca es obligatorio ir a la manifestación de la Diada, la cual se prolongará durante días y días. Ahora más que nunca no hemos de sentir temor, sino coraje y firmeza. Hora es de ejercer la desobediencia masiva y contundente y de estirar la cuerda, unos hacia aquí, otros hacia allá, hasta que la gallinita caiga, caiga y nos podamos liberar.
Este año, empero, la atmósfera que se respira es diferente. Puede que incluso sea más apasionada, desinhibida. De entrada algunos independentistas manifiestan que no irán ya que se sienten decepcionados por la actitud pusilánime de los partidos políticos y las decisiones que han tomado respecto el debate y votación del candidato Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Muchos no entienden -¡no entendemos!- que se pueda facilitar la investidura de un presidente que ha dicho por activa y por pasiva que no negociará jamás un referéndum de autodeterminación, que la sociedad catalana está partida y por tanto enfrentada, y que ofrece actualizar la autonomía y aprobar un nuevo sistema de financiación -el mejor que jamás se haya aprobado, como siempre-, así como mantener el estatus quo como hasta ahora o la aplicación automática del artículo 155. ¡Un auténtico déjà vu!. De un político que mantiene secuestrados y encarcelados a los principales líderes independentistas mientras existen exiliados fuera del estado expulsados de su país, todos ellos acusados injustamente de unos delitos que jamás han ocurrido. Por negar niega incluso la condición de interlocutor y sujeto político a Catalunya y menosprecia olímpicamente tanto al president Quim Torra así como al grupo parlamentario de JxCat, los cuales no han sido ni siquiera invitados a las negociaciones que las fuerzas políticas con representación en las Cortes mantienen con los socialistas, de cara a la investidura. Si a todo ello añadimos las discusiones y desencuentros entre las fuerzas independentistas, las declaraciones contradictorias de los políticos y la falta de unidad estratégica, el cabreo generalizado de la ciudadanía catalana alcanza cotas jamás vistas hasta ahora.
¡Ailás!. A pesar de todo, los que dicen que no quieren ir, irán. Los decepcionados, también. Y los cabreados, con mayor motivo asistirán. ¡Estaremos todos y muchos más!. ¡Aunque llueva o nieve no faltaremos!. Puesto que ha llegado la hora de la verdad. Y porque las discusiones y divergencias partidistas son entre los partidos, no entre los ciudadanos independentistas. Nosotros tenemos muy claro qué queremos, cómo lo queremos y hasta donde estamos dispuestos a llegar. ¡Queremos la independencia efectiva, ya!. La queremos conseguir de manera pacífica como continuidad y culminación de los días 1 y 27 de octubre de 2017. Y estamos dispuestos a llegar a ella con la legitimidad democrática y el pacifismo activo como banderas pero también ejerciendo activamente una masiva desobediencia ciudadana, no poniendo nunca más la otra mejilla para no continuar recibiendo porrazos a manos de energúmenos uniformados y violentos.
Este año se respira una nueva fragancia entre los centenares de miles de catalanes que asistirán a la manifestación de la Diada. ¡Incluso entre los que no irán!. No tenemos miedo y nos defenderemos de las agresiones que puedan dispensarnos los que cantan amenazadoramente "a por ellos". Es muy probable que después de la manifestación algunos miles de participantes se queden indefinidamente en las calles exigiendo la libertad de los presos políticos, el retorno de los exiliados y la implementación definitiva de la República ya proclamada. No cabe ninguna duda que se iniciaran nuevas y sorprendentes iniciativas -por parte independentista siempre pacíficas- que harán que la gallinita empieza a tambalearse estrepitosamente. Ni los insultos, las amenazas o los chantajes que nos lancen desde el unionismo harán que aquellos que queremos la libertad de Catalunya reculemos ni un solo milímetro. Al contrario, avanzaremos con mayor decisión y empuje hacia adelante hasta alcanzar nuestra meta: la independencia.
Ahora más que nunca es obligatorio ir a la manifestación de la Diada, la cual se prolongará durante días y días. Ahora más que nunca no hemos de sentir temor, sino coraje y firmeza. Hora es de ejercer la desobediencia masiva y contundente y de estirar la cuerda, unos hacia aquí, otros hacia allá, hasta que la gallinita caiga, caiga y nos podamos liberar.
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