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dimecres, 28 de juny del 2017

ESTADO FRUSTRADO vs ESTADO DE ÉXITO.

El estado español, actualmente propiedad de Castilla, es como una nube. Unas pinceladas en el cielo, vapor de agua condensado y movido por el viento. Inconsistencia pura y blanda. Aparenta mucho pero en realidad solo se trata de humo..... Ciertamente, las nubes pueden transformarse en tormentas pero en este caso, a duras penas desarrollará un chubasco pasajero con dos o tres truenos y relámpagos y sin precipitación.

A medida que se aproxima la fecha del 1 de octubre esta nube que llamamos estado español, el cual no aguanta la presión que se ha autoimpuesto, se rasga y esfuma entre un vendaval de insultos y amenazas mientras pretende retener Catalunya con una fuerza que no tiene y una legalidad ya caducada. El estado español, también conocido como España por no llamarla sencillamente Castilla -su verdadero nombre-, está en guerra contra Catalunya. Se trata de una guerra por ahora incruenta -¡así sea por siempre!- pero que hasta no hace mucho comportaba cadenciosos bombardeos sobre Barcelona cada cincuenta años, guerras civiles de vez en cuando -carlistas y la del 36/39- ofensivas militares a porrillo, sitios terrestres, bloqueos navales, boicots económicos y consecuentes ocupaciones coloniales, por no mencionar las gravosas dictaduras que hemos sufrido todos, durante años y más años. Una guerra que ya hace tres siglos que dura, como mínimo. ¡Castilla jamás ha podido vencer a los catalanes!. Ni aboliendo nuestras constituciones, ni imponiendo las leyes y tribunales castellanos, ni persiguiendo y prohibiendo la lengua catalana obligando a hablar, leer, aprender y rezar en castellano, ni clausurando universidades, ni fusilando al presidente de la Generalitat, ni ilegalizando las instituciones catalanas, ni amenazando e inhabilitando a nuestros líderes políticos actuales. Nada de todo ello ha podido aniquilar la voluntad nacional catalana. Catalunya ha resistido y persistido y los catalanes reiteramos una y otra vez nuestra voluntad de querer ser aquello que somos y nos sentimos. Y que no es precisamente ser ni sentirnos castellanos..... Es por todo ello que me permito decir que España no tiene ni la fuerza ni la legitimidad necesarias para asimilar Catalunya y mucho menos someter a los catalanes.

Ahora nos hallamos ante una encrucijada. ¡Ambas naciones!. Catalunya sabe lo que quiere y hacia adonde vamos. Queremos ser verdaderamente libres y soberanos. Queremos tomar nuestras propias resoluciones y ejercer el derecho a equivocarnos o acertar sin que nadie tome las decisiones en nuestro nombre sin contar con los deseos, opiniones e intereses de nuestra gente. ¡Queremos la independencia!. Y la queremos conseguir utilizando los medios democráticos de uso internacional y sin violencia. Con la razón y la democracia como únicas armas. Nos asiste la legitimidad, la razón política y la voluntad mayoritaria de la ciudadanía, reiteradamente expresada en masivas manifestaciones populares y claros resultados electorales.....

España quiere justo lo contrario. El insigne escritor Gonzalo Torrente Ballester declaró hace ya algunos años ante una multitud congregada en la plaza Mayor de Salamanca, que la legitimidad de la propiedad de los documentos requisados a los catalanes por el franquismo y depositados en el archivo de aquella ciudad, era de Castilla "por derecho de conquista". ¡Jamás tan pocas palabras quisieron decir tantas cosas!. Los últimos trescientos años, España se ha creído propietaria de Catalunya y de los catalanes y que ello nos hace súbditos del rey de Castilla. Así lo creyeron Felipe V, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Primo de Rivera, Franco y en nuestros días Juan Carlos I y Felipe VI, entre otros señeros personajes hispanos. Lo creyeron la Villa y Corte de antaño, tanto como hoy y mañana lo creen y creerán los del palco del Bernabeu. También lo creen así millones de ciudadanos saciados -adoctrinados- en las fuentes de la Formación del Espíritu Nacional -la maldita FEN-, bajo la dictadura de Franco, tanto como los educados en la débil democracia española borbónica y su petrificada Constitución. Incluso lo creen los poderes fácticos de toda índole -militares, judiciales, financieros, mediáticos, culturales- que mandan y reparten las cartas en la España popular, la socialista -es un decir- de ayer y quien sabe si la podemita de mañana.

España se halla muy alejada de Catalunya. Anímica, política y socialmente se encuentran a años luz la una de la otra. Económica y financieramente tienen intereses contrapuestos a los nuestros. Si no, ¿cómo explicar esto del corredor madriterraneo?. ¿O el escándalo de cercanías?. ¿O aquello de "antes alemana que catalana"?. Cultural y lingüísticamente ya no esconden aquello tan típicamente castellano de "que se consiga el efecto sin que se note el cuidado", hasta el punto que si se nota o no el "cuidado" ya les importa un rábano. Políticamente nos quieren tanto que no cesan de invitarnos a todas las fiestas judiciales organizadas en nuestro honor, o de calificarnos de golpistas y nazis -¿cree el ladrón que todos son de su condición?-, o boicoteando a los mossos d'esquadra negando el acceso a Europol y prohibiendo la ampliación de los efectivos de la policía catalana. Judicialmente, juzgan y condenan políticos catalanes por hacer política o preventivamente antes de cometer ninguna infracción..... ¡por si acaso!. La policía se inventa o fabrica imputaciones, acusaciones e investigan ad hoc a independentistas y a sus familias, mientras los fiscales las revisten de una apariencia de legalidad y anuncian ufanos que arruinaran económicamente a los adversarios políticos, con el visto bueno y complacencia de los tribunales castellanos. El Tribunal Constitucional toma todas aquellas decisiones políticas -aunque le sean impropias- que el ejecutivo español no toma por debilidad democrática, por incapacidad intelectual o por falta de ética. Curiosamente, las resoluciones del Alto Tribunal siempre resultan indefectiblemente favorables a España y jamás a favor de la sociedad catalana. ¡Sistemáticamente!. Y si hablamos de los medios informativos cavernarios, enfermos crónicos de ictericia -bien sean madrileños o barceloneses, "tanto monta, monta tanto"- podremos concluir sin temor a equivocarnos que la post-verdad, cuando se habla de Catalunya y de la independencia, está muy por encima de cualquier vulgar mentira, mientras oculta y aplasta la verdad universal y la realidad catalana....

La distancia afectiva, económica, política, cultural, judicial y mediática entre ambas sociedades se ha hecho tan grande que ya no se vislumbran las orillas del mar que nos separa..... Resulta imposible extender puentes para reencontrar el afecto, tolerancia y comprensión necesarios para cultivar el entendimiento y respeto mutuos, perdidos en trifulcas seculares. Lo mejor que podemos hacer es aceptar la realidad tal y como es, confiar en la democracia y dar la palabra a los catalanes para que nos pronunciemos mediante un referéndum de autodeterminación, por supuesto respetando los resultados obtenidos.....

Solo así reencontraremos la consideración y tolerancia mutuas que ahora nos faltan y que permitirán vestir el futuro en paz y libertad para ambas naciones. Y quién sabe, puede que acabemos siendo buenos vecinos..... Y con el tiempo, ¡incluso mejores amigos!.







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