Un parlanchín es alguien que habla mucho y a destiempo, o que dice lo que debería callar. José Manuel García-Margallo, todavía flamante ministro de Asuntos Exteriores del Reino de España, es el miembro del ejecutivo español que más locuaz y dicharachero se muestra cuanto habla sobre el proceso soberanista planteado por los catalanes. Es cierto que a menudo sus prédicas causan vergüenza ajena entre sus compatriotas mejor informados, pero justo es disculpar tales excesos verbales -auténticas peroratas- y agradecer la jocosidad y sinceridad argumental que emplea tan desinhibidamente. Además, a la mayoría de catalanes nos causan un gran regocijo e incontenibles carcajadas los denodados esfuerzos que hacen tanto el señor Margallo como el resto de furibundos militantes unionistas, cuando fantasean y divagan sobre el futuro que le espera a una Catalunya independiente. Diríase que el ejecutivo popular por fin asume que la independencia es una realidad insoslayable e imparable y consecuentemente, debe ser la cancillería de Asuntos Exteriores la encargada de informar y fijar la posición oficial del gobierno sobre las relaciones internacionales entre España y Catalunya. Así mismo, corresponde a este ministerio lanzar los anatemas pertinentes con los cuales galantear o amedrentar, según interese, a los ilusionados y convencidos ciudadanos catalanes que ven la independencia como la única alternativa posible y deseable ante la profunda y violenta tormenta perfecta que se precipita sobre España, y que ya dura más de un lustro.
El señor García Margallo se dedica a "Estrechar lazos en libertad" con Catalunya, según consta en el farragoso argumentario facilitado a los embajadores españoles desperdigados por el mundo, mediante el documento que lleva este pomposo y rimbombante título y cuyo contenido está plagado de indisimuladas falsedades. Por ejemplo, niega la irrelevancia política e ideológica de los populares en Catalunya; utiliza exasperantes mentiras cuando apela a unas supuestas -e inexistentes- fractura y enfrentamientos en el seno de la sociedad catalana a causa del soberanismo; así mismo, se sirve de burdas manipulaciones al vincular y supeditar el restablecimiento de la Generalitat y su legitimidad histórica a la aprobación de la actual constitución y a la indisoluble unidad de España -por lo que parece, unidad de destino en lo universal- que aquella contempla. También lo hace de viva voz. Sus opiniones son tan imprecisas y contundentes como excéntricas e incluso ridículas. Más que estrechar lazos, aprieta la soga hasta la estrangulación. O eso pretende. "Una Catalunya independiente sería automáticamente un 25 o un 30% más pobre". "Parece mentira que la clase política catalana pretenda llevar su comunidad autónoma hacia el abismo". "El separatismo rompe la convivencia". "La independencia no solo es ilegal, sino que es lesiva y letal para Catalunya". Hasta ahora se había limitado a enumerar todas las plagas bíblicas y terribles desventuras que caerán sobre los catalanes en materia económica, social, política o administrativa. Que si celebrar un referéndum de autodeterminación es ilegal. Que Catalunya será expulsada del euro y de la UE. La constitución española no permite la independencia. La plena soberanía es una locura, un desvarío de Artur Mas. Es una manipulación de la casta política sobre la sociedad catalana, que solo causará frustración. No existe Catalunya como sujeto político. Catalunya no es una nación, porqué nunca ha sido reino -¡je, je, je...!-. Los ciudadanos somos víctimas del adoctrinamiento que practica TV3, la escuela catalana, los nacionalistas, etc... ¡Uf!. Todas estas apelaciones al sosiego, al diálogo, al pacto, a la justicia, a la legalidad, a la tolerancia, a la historia o a los principios democráticos que brotan del corazón, la mente y los labios del canciller García Margallo -pero no solo de él-, no parece que conmuevan o convenzan ni poco ni mucho a los catalanes -¡vamos, ni fu ni fa!-, que tozudamente insistimos y persistimos en llegar cuanto antes a nuestro esperanzador objetivo de plena soberanía y real libertad.
Pero los argumentos del señor García Margallo, el incansable, no cesan de mostrar nuevos y renovados horizontes de rayos, truenos e innumerables desgracias que sobrevendrán sobre la irrelevante Catalunya y los insignificantes catalanes. El último alegato lanzado es una auténtica perla intelectual: "Una Catalunya independiente se condenaría a vagar por el espacio -¿sideral?- al no tener reconocimiento internacional y quedaría excluida de la UE por los siglos de los siglos...". ¡España nos destierra al gélido espacio exterior para toda la eternidad!. ¡Nos expulsa del Paraíso, de la Tierra y del mismísimo Sistema Solar!. ¡Fuera de la Unión Europea y del continente por siempre jamás!... Un sagaz y guasón asistente al desayuno donde se pronunció esta rotunda condena contra Catalunya por los siglos de los siglos, solo se atrevió responder sotto voce: ¡Amén!. Y se puso a rezar para la salvación del alma de los desalmados catalanes.
Lo dicho. Muchos ciudadanos deben sentir vergüenza ajena. Pero como buenos cristianos, también deben perdonar los excesos cometidos... Lo más relevante es que el ridículo del unionismo español está descontrolado. ¡Y va in crescendo!. Semana a semana y mes a mes. Lo que hoy nos parece insuperable, mañana resulta rancio y obsoleto... Y Catalunya se halla cada día más cerca de la independencia. ¡Amén!.
El señor García Margallo se dedica a "Estrechar lazos en libertad" con Catalunya, según consta en el farragoso argumentario facilitado a los embajadores españoles desperdigados por el mundo, mediante el documento que lleva este pomposo y rimbombante título y cuyo contenido está plagado de indisimuladas falsedades. Por ejemplo, niega la irrelevancia política e ideológica de los populares en Catalunya; utiliza exasperantes mentiras cuando apela a unas supuestas -e inexistentes- fractura y enfrentamientos en el seno de la sociedad catalana a causa del soberanismo; así mismo, se sirve de burdas manipulaciones al vincular y supeditar el restablecimiento de la Generalitat y su legitimidad histórica a la aprobación de la actual constitución y a la indisoluble unidad de España -por lo que parece, unidad de destino en lo universal- que aquella contempla. También lo hace de viva voz. Sus opiniones son tan imprecisas y contundentes como excéntricas e incluso ridículas. Más que estrechar lazos, aprieta la soga hasta la estrangulación. O eso pretende. "Una Catalunya independiente sería automáticamente un 25 o un 30% más pobre". "Parece mentira que la clase política catalana pretenda llevar su comunidad autónoma hacia el abismo". "El separatismo rompe la convivencia". "La independencia no solo es ilegal, sino que es lesiva y letal para Catalunya". Hasta ahora se había limitado a enumerar todas las plagas bíblicas y terribles desventuras que caerán sobre los catalanes en materia económica, social, política o administrativa. Que si celebrar un referéndum de autodeterminación es ilegal. Que Catalunya será expulsada del euro y de la UE. La constitución española no permite la independencia. La plena soberanía es una locura, un desvarío de Artur Mas. Es una manipulación de la casta política sobre la sociedad catalana, que solo causará frustración. No existe Catalunya como sujeto político. Catalunya no es una nación, porqué nunca ha sido reino -¡je, je, je...!-. Los ciudadanos somos víctimas del adoctrinamiento que practica TV3, la escuela catalana, los nacionalistas, etc... ¡Uf!. Todas estas apelaciones al sosiego, al diálogo, al pacto, a la justicia, a la legalidad, a la tolerancia, a la historia o a los principios democráticos que brotan del corazón, la mente y los labios del canciller García Margallo -pero no solo de él-, no parece que conmuevan o convenzan ni poco ni mucho a los catalanes -¡vamos, ni fu ni fa!-, que tozudamente insistimos y persistimos en llegar cuanto antes a nuestro esperanzador objetivo de plena soberanía y real libertad.
Pero los argumentos del señor García Margallo, el incansable, no cesan de mostrar nuevos y renovados horizontes de rayos, truenos e innumerables desgracias que sobrevendrán sobre la irrelevante Catalunya y los insignificantes catalanes. El último alegato lanzado es una auténtica perla intelectual: "Una Catalunya independiente se condenaría a vagar por el espacio -¿sideral?- al no tener reconocimiento internacional y quedaría excluida de la UE por los siglos de los siglos...". ¡España nos destierra al gélido espacio exterior para toda la eternidad!. ¡Nos expulsa del Paraíso, de la Tierra y del mismísimo Sistema Solar!. ¡Fuera de la Unión Europea y del continente por siempre jamás!... Un sagaz y guasón asistente al desayuno donde se pronunció esta rotunda condena contra Catalunya por los siglos de los siglos, solo se atrevió responder sotto voce: ¡Amén!. Y se puso a rezar para la salvación del alma de los desalmados catalanes.
Lo dicho. Muchos ciudadanos deben sentir vergüenza ajena. Pero como buenos cristianos, también deben perdonar los excesos cometidos... Lo más relevante es que el ridículo del unionismo español está descontrolado. ¡Y va in crescendo!. Semana a semana y mes a mes. Lo que hoy nos parece insuperable, mañana resulta rancio y obsoleto... Y Catalunya se halla cada día más cerca de la independencia. ¡Amén!.
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