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divendres, 18 d’octubre del 2013

¿QUIERE QUE CATALUNYA SEA UNA NACIÓN INDEPENDIENTE DE ESPAÑA?. ¿SI O NO?.

La cólera, la impotencia y el enojo son la principal causa de la desesperación que altera el ánimo del unionismo español. Este es el caso de Josep Antoni Duran i Lleida. Acaba de advertir al presidente del Gobierno Mariano Rajoy, que si no da respuesta política a las demandas de soberanía formuladas por la sociedad catalana de forma tan nítida y mayoritaria, algunos en el Parlamento de Catalunya acabarán declarando unilateralmente la independencia.

Don Mariano Rajoy Brey, de profesión registrador de la propiedad y actualmente presidente del Gobierno de España es un político tan parsimonioso -cachazudo- en la toma de decisiones, que no es descabellado afirmar que resulta el arquetipo del perfecto inmovilista. No suele ser partidario de mostrar resolución para afrontar los múltiples problemas que surgen durante la gobernanza de un país. Ni siquiera se muestra excesivamente acertado en sus análisis políticos. Le basta con dejar sin respuestas o sin tomar ningún tipo de determinación cualquier asunto que pudiera resultar complicado, o molesto, o engorroso, o incordiante... Dejar pasar el tiempo es su divisa, pues el tiempo lo cura todo. Para desgracia de los inmovilistas españoles en general y del señor Rajoy en particular, los ciudadanos catalanes, además de sentimentales y emotivos somos también más pragmáticos, más reflexivos y ahora menos pacientes. Hemos iniciado un camino que no abandonaremos bajo ninguna circunstancia ni presión. En nuestra opinión (la mayoritaria entre los catalanes), nada positivo o beneficioso puede esperarse del Gobierno de Madrit y aledaños, especialmente por parte del Partido Popular. Al contrario. El ejecutivo español siguiendo el tempo rajoniano parece que ha decidido, utilizando continuas y etéreas apelaciones (meramente formales) al diálogo y acuerdos, que la única forma que tiene España de retener para sí a Catalunya es no hacer absolutamente nada. O lo que es lo mismo, propiciar la confrontación a base de dar reiteradas respuestas negativas, acompañadas por agresivos garrotazos constitucionales, a cualquier propuesta del enemigo, en este caso del unionismo catalán. No dar, no hacer nada; no mover ficha. Eso sí, hablar por hablar sin limitación de ningún tipo y por supuesto, sin resultados ni consecuencias constatables.

La peculiar manera de administrar las formas y los tiempos políticos del actual Gobierno presidido por Rajoy es lo que provoca la desesperación del unionismo. La última decisión adoptada por el ejecutivo central consiste en incluir el importe del plan de proveedores en el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA), lo cual rebaja en 1.700 millones de euros la aportación inicialmente prevista para Catalunya. Casualmente, este importe equivale al aprobado por el ministro Montoro en concepto de flexibilización del objetivo de déficit para Catalunya (que pasó del 0,7% al 1,58%), de tal forma que lo permitido hace escasas semanas, Madrit lo modifica a la baja al poco tiempo, cambiando las reglas del juego a su antojo y capricho y según sus intereses. Las consecuencias de este inaudito y desleal malabarismo financiero son provocar nuevos retrasos en los plazos de pago a los proveedores de la Generalitat. Este nuevo fraude gubernamental debe sumarse a los 9.376 millones de euros de morosidad que el Estado español mantiene con Catalunya. Es decir, contra todos los ciudadanos catalanes: 5.748 millones en infraestructuras comprometidas y no realizadas, 673 millones en reducción de ingresos finalistas procedentes del Estado (por ejemplo en dependencia), 1.715 millones importe de las medidas estatales que debe asumir la Generalitat porque el gobierno español no las ha dotado económicamente, y 1.240 millones por decisiones gubernamentales que suponen una disminución de ingresos (suspensión de medidas fiscales y tasa impuestas por la Generalitat, recurridas por el Gobierno de España ante el TC y no compensadas). A estas cifras cabría añadir el incremento del IVA e Impuestos especiales (impuestos participados por las comunidades autónomas) aprobados por el gobierno central y que se niega a compartir. Asciende a unos 1.000 millones en el caso catalán.Téngase en cuenta que (además) el déficit fiscal de Catalunya respecto España equivale cada año al 8/10% del PIB catalán.

Las deslealtades del Gobierno de España con Catalunya ya forman parte de la tradición y de la historia peninsular. Existe una sentencia firme del TC desde 1994 favorable a la Generalitat, respecto las competencias en materia de becas. El reiterado incumplimiento de acatar la sentencia por parte del Gobierno español significa que durante los últimos veinte años, se han perdido (para los estudiantes catalanes) 120.000 becas. De igual forma, el Estado se reserva para sí el importe asignado por los ciudadanos en la casilla de la Iglesia y fines sociales de la Declaración de Renta, a pesar que el TC ha resuelto que la gestión de la recaudación corresponde al gobierno de la Generalitat (a cada autonomía). También pasa con las competencias y recursos de las políticas activas de empleo, o las dotaciones estatales dedicadas a cultura, que para Catalunya significan una disminución hasta del 46%, etc... Una interminable lista de agravios, deslealtades, discriminaciones y manifiesta ruindad. No solo en asuntos económicos o financieros; también en materia cultural (siempre en beneficio de las instituciones madrileñas), educativas, lingüísticas y legislativas (por ejemplo, la ley Wert), judiciales (Tribunal Constitucional y Supremo, Audiencia Nacional, Consejo General del Poder Judicial), Fiscalía General (fiscales de confianza de Sánchez-Camacho o cercanos a los populares), policía española partidista (utilizada para atacar a personalidades -Mas, Pujol- y partidos políticos -abertzales-, o para filtrar informes falsos -UDEF-), etc...

La lealtad de España con Catalunya se ha esfumado ya hace mucho tiempo. Ha sido sustituida por la confrontación y las amenazas. Por la desconfianza mutua. En tales circunstancias, es comprensible que los unionistas como el señor Duran i Lleida sientan una gran desazón. Proponen diálogo y pactos y se encuentran con elocuentes silencios o estridentes amenazas. Plantean terceras vías y el gobierno central hace descarrilar sus esperanzas, desmontando las vías por las que discurre un tren cargado de vanas e imposibles ilusiones. Abogan por la moderación y mesura y a cambio reciben como respuesta (si la hay) la más rotunda de las negativas, cuando no sonoros portazos en las narices. En consecuencia, la angustia unionista no cesa de aumentar. El Estado no quiere negociación ni pacto, quiere sumisión, rendición y acatamiento. Y los anhelos de millones de catalanes los reduce a simples desvaríos de un puñado de políticos enloquecidos e iluminados y además nazis, llegando a considerar a los ciudadanos como memos, sectarios y adoctrinados

Tan comprensible es el abatimiento que sufren los unionistas catalanes, como es la firmeza, confianza y determinación de los soberanistas. El independentismo no cesa de crecer entre la ciudadanía catalana. A cada triquiñuela financiera de Madrit, a cada injusticia y humillación del TC o de la justicia castellana, a cada ley españolizadora y recentralizadora, a cada insulto, amenaza o falta de respeto contra Catalunya (contra los catalanes), aumentan las ansias de la independencia.... ¿Es así como se gestiona un conflicto entre dos naciones?. Rotundamente, no. La actitud del Gobierno Rajoy solo profundiza la sima abierta entre Catalunya y España. En cualquier caso, la victoria será para Catalunya, puesto que la democracia, la legitimidad, el pacifismo y la esperanza son el Norte y Guía que motiva a los catalanes.... Puede que España evite un referéndum de autodeterminación utilizando su constitución como si fuera un bate de béisbol. Tal vez lleve entre rejas al Gobierno catalán en pleno e ilegalice a los partidos soberanistas, utilizando la justicia española. Quizás con la fuerza bruta, con la violencia pura y dura, intenten aplastar las ilusiones catalanas. Pero, ¿qué precio deberá pagar por su estupidez?. Será el fin de España como sociedad democrática y civilizada. Su economía se derrumbará estrepitosamente, pues el coste social y financiero de retener a Catalunya será insostenible. Y el prestigio internacional del Reino de España dejará de existir. España será un estado paria y despreciable, como en su día fue Servia, o la URSS. Y Catalunya y los catalanes seguirán en el mismo lugar, con los mismos anhelos. Resistiendo, como en tiempos de Franco o de la dictadura de Primo de Rivera. Como hemos hecho durante trescientos años... Incansables, persistentes, irreductibles. Catalunya subsistirá. Y el problema catalán solo se aplazará un breve periodo de tiempo, para resurgir con renovado ímpetu...

¿No sería más fácil aprovechar la democracia para resolver civilizadamente el conflicto planteado entre Catalunya y España?. ¿Porqué no preguntar a los catalanes qué queremos para nuestro país?. ¿Quiere que Catalunya sea una nación independiente de España?. ¿Si o no?.




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