Todo aquel a quien esto de la independencia de Catalunya no le acaba de hacer el peso puede empezar -o acabar, he aquí- a hacerse una serie de preguntas cuyas respuestas pueden ayudar a aclarar el porqué de todo ello...
Hay muchas preguntas, no referidas estrictamente al hecho político de la independencia, que pueden hacerse para averiguar si sería bueno obtener o no la plena soberanía respecto de un Estado que, como mínimo, es absolutamente agotador e incompetente -¡incluso peligroso!- cuando gobierna contra Cataluña y los catalanes. Tener un Estado en contra no es nada provechoso para un pueblo pacífico que ame la libertad, la democracia y la justicia... Entre otras razones, porque ya estamos hartos de recibir patadas en las espinillas, porrazos en el hígado y violentos ataques a nuestra dignidad con la pétrea constitución española en funciones de vil garrote porque nos duele la cabeza, el alma y el bolsillo.
¡A ver!. Si uno quiere que su escasa pensión -600 euros la más baja- sea aumentada a un nivel justo de acuerdo con el coste de vida de Catalunya, ¿querrá seguir dependiendo de España donde subirla es imposible?. Y quien dice pensión, dice financiación de la sanidad, educación o inversiones en infraestructuras. Todo esto depende directamente del gobierno central. Y ya sabemos cómo se las gasta el estado más descentralizado y solidario del mundo pero que realmente nunca lo ha sido ni lo será. Mejor dicho, quien recibe el golpe de la insolidaridad española es la autonomía más forzadamente solidaria -dieciséis mil millones de veces al año- y religada -prisionera 155 veces al día- que se haya conocido nunca. Lo podemos comprobar con las inversiones prometidas en la red de cercanías, el corredor mediterráneo o la red viaria que han quedado en eso, promesas y compromisos nunca cumplidos.
¡A ver, a ver!. Si actualmente para recibir atención con algún tratamiento médico y cirugía mayor o menor hay listas de espera de años y más años, ¿qué puede hacer un gobierno autonómico para reducirlas?. ¿Construir más hospitales?. ¿Disponer de más camas hospitalarias?. ¿Contratar más enfermeras y médicos?. ¿Comprar más equipamientos médicos?. ¡Pues sí!. Todo esto es lo que debería hacer. Pero..... ¡ailás!. Los recursos financieros para hacerlo no dependen de la Generalitat, sino del gobierno de Espanya y de los presupuestos generales del estado. Y si el gobierno autonómico decidiera, osadamente, hacer una ley de Sanidad para Cataluña, reorganizar la asistencia sanitaria y reclamar más recursos para implementarla, ¿adivinen qué pasaría?. La ley muy probablemente acabaría ante los magistrados del Tribunal Constitucional que, como es sabido, no están precisamente demasiado predispuestos a defender los legítimos intereses de los catalanes. Más bien todo lo contrario. Recordemos que casi la totalidad de leyes aprobadas por el Parlamento de Cataluña han acabado siendo declaradas anticonstitucionales total o parcialmente, o recortadas por el correspondiente tribunal inquisitorial, también conocido como Tribunal Supremo. Aunque a menudo también se apuntan a este perverso juego de quien recorta más iniciativas catalanas la Audiencia Nacional y el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Así como otras instancias judiciales o administrativas como son el Tribunal de Cuentas -¡cuentos!- y la fiscalía afinadora, que disfrutan sumándose a la fiesta. Los propios magistrados, fiscales y funcionarios que recortan derechos civiles, no cejan en el empeño de hacer juicios políticos dictando sentencias injustas, arruinando patrimonios familiares, vulnerando el derecho de defensa o prohíbiendo que en un parlamento se parlamente sobre todo lo que los diputados consideren oportuno. Así, sin capacidad para legislar, ni de invertir un solo euro que no haya sido previamente aprobado por el estado, ¿qué podemos hacer? ¡Nada!. ¡Eh!. Aunque esto no quiere decir que el estado acabe cumpliendo los compromisos de todo tipo adquiridos con Cataluña y los catalanes, como desgraciadamente nos enseña la historia.
¡A ver, a ver, a ver!. Hablemos de enseñanza, de educación -y de buenas maneras- y de cultura. Si el Parlamento catalán aprueba una ley de educación la cual garantiza que una vez terminada la estancia de una chica o un chico dentro del sistema de enseñanza catalán, habiendo recibido clases de matemáticas, historia, física, castellano y catalán o de cómo hay que zurcir un calcetín agujereado, unos padres exigen que buena parte de todo esto debe hacerse en castellano porque su hijo es español, castellanohablante y no habla habitualmente en catalán, vuelvan a rascarse el caparazón y díganme qué pasará..... Ya se lo digo yo. Dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado. Para aclarar la situación: El hígado del pobre ahorcado catalán que se comen los jueces es la lengua catalana. Y el juzgado es la Santa Inquisición, versión 4.0. Pero aquí no termina nada. Esto ha pasado y ocurre todavía a día de hoy: si un solo alumno universitario se apunta a una clase que se anuncia en catalán y levanta la mano pidiendo que se haga en castellano porque es de Granada, o Madrid, o de Don Benito y por tanto no entiende el catalán, el profesor muy servicialmente -¡servilmente!- cambiará la lengua vehicular y hará la clase magistral en castellano, para que no sea dicho. No hacerlo sería tomado como producto de la mala educación y de odio hacia España. Y el resto de alumnos, ¡que se jodan!. Como se joden los alumnos catalanes de primaria o secundaria ante unos padres exageradamente españolistas que exigen y obtienen vía fiscalía y judicatura -poder judicial que pulveriza la ley catalana, por cierto- que al menos un 25% -¡por ahora! de la enseñanza se realice en el idioma de Cervantes. Por no hablar del generoso reparto de las becas que hace el Ministerio, que siempre quedan cortas para los alumnos de Catalunya. En cuanto a la cultura en general, ni Netflix ni ninguna otra plataforma de TV, ni los cines, ni las telas privadas consideran que los catalanes tenemos el mismo derecho que los castellanos a ver las películas de John Wayne -en paz descanse- o del director de cine James Cameron -aun vivo, gracias a Dios-, correctamente dobladas al catalán al igual que se hace en castellano en todas las películas que se estrenan en el estado. Y que nadie me salga con la cantinela que no lo hacen por una cuestión puramente económica o porque no hay demanda, porque no es verdad y no me lo creo. Lo que no hay es oferta de catalán ni ganas de ofrecerlo, ¡ya sea cine, tele o plataformas!.
Por cierto, ¿sabe dónde van a parar todos los impuestos pagados en especie provenientes de herencias, compuestos por cuadros de pintores de renombre, o esculturas famosas, o libros valiosos, o las adquisiciones de obras de arte que hace el estado con los dinero de todos?. ¡Pues sí! Todos los pagos que hacen los afortunados herederos a la Hacienda española en especie, así como las compras estatales, van a parar a museos de Madrid, ya que no se quedan allí donde deberían estar. Ya sea la Dama de Elche a Madrid o el arte sacro religiosamente adquirido y pagado conservado en el museo diocesano de Lleida hacia Huesca. Incluso un pintor ampurdanés que había legado sus obras de arte a Cataluña, cambió misteriosamente el testamento después de recibir la visita de un rey mágico, dejándolo todo al pueblo español. Pocas horas después de la egregia visita al pintor, que desde hacía días se le marchitaban los bigotes y el entendimiento, firmó el nuevo testamento y después, descansó en paz. Y como quién parte y reparte se queda la mejor parte, el grueso de la parte más valiosa de la colección de obras de arte -56 cuadros- legadas por el señor de la barretina fueron a parar al Museo Reina Sofía, que casualmente se ubica en Madrid.
Podría pasarme horas y días escribiendo agravios, injusticias o hablando del expolio financiero y de todo tipo que sufrimos los ciudadanos de este pequeño y atribulado país de Europa, pero no lo haré. Al fin y al cabo, el memorial de agravios ya se publicó en 1885 y lo más caliente todavía se encuentra en el fregadero. El antepasado del rey Felipe VI, Alfonso XII, receptor del documento entregado por los prohombres catalanes, inauguró la manera más provechosa para España de escuchar las reivindicaciones i gemidos del pueblo: Lo que le entraba por la oreja derecha salía velozmente por la izquierda, sin ningún tipo de consecuencias, de obstáculos ni remordimientos. Ni siquiera le subieron los colores a sus reales mejillas. Al igual que ocurre en estos momentos, ciertamente.
Sentirse agraviado cansa mucho. Y más si el agravio dura demasiado. Si esto ocurre es porque no hacemos lo suficiente para librarnos del causante del agravio que sufrimos todos sin excepción, tanto unionistas como independentistas. Aunque no creo que seamos masoquistas, este tipo de abrumado colonialismo anticuado y cutre que nos aplasta dura desde hace más de trescientos años. Y eso sí que es demasiado tiempo.
¿Hasta cuándo nos morderemos la lengua?. ¿Hasta cuándo pondremos la otra mejilla?. ¿Hasta cuándo bajaremos la cabeza humillados? ¿Hasta cuando obedeceremos sumisamente al amo como hacen los esclavos? ¿Cuándo diremos?: ¡ESTO SE HA ACABADO!.
Alcémonos erguidos la cabeza y digamos muy alto, muy claro y orgullosamente en catalán: ¡BASTA!, de una puñetera vez.